Desde la llegada de la COVID-19, se le da más importancia a la prevención, también desde la medicina general. Puesto que siempre es mejor prevenir que curar, es conveniente reforzar nuestro sistema inmunitario, especialmente en otoño e invierno. En este artículo podrá informarse sobre qué sustancias pueden ayudar al respecto para, de esta manera, ayudar a que el sistema inmunitario pueda responder de forma adecuada en caso de que los microorganismos dañinos entren en nuestro cuerpo. Para comprender mejor la importancia de estas sustancias, le explicamos brevemente las bases del sistema inmunológico.
La piel intacta y las membranas mucosas forman la primera barrera que hay entre el exterior e interior del organismo. Se trata de la primera línea de defensa contra los microorganismos intrusos que proceden del exterior. Si los microorganismos no deseados consiguen atravesar esta barrera y entrar en el cuerpo, el sistema inmunitario se activa. Se trata principalmente del sistema inmunitario innato, también conocido como sistema de defensa de segunda línea. Si el sistema inmunitario innato no puede resolver el problema por sí mismo, recurre a la ayuda del sistema inmunitario adquirido (la tercera línea de defensa). El sistema inmunitario adquirido es mucho más complejo que el sistema inmunitario innato y tiene diferentes tipos de reacciones:
Humoral: los linfocitos B (inmunoglobulinas), una respuesta en principio antiinflamatoria, controlada por el sistema de células T colaboradoras (Th2) que es sobre todo activo contra patógenos extracelulares.
Celular: los linfocitos T, una respuesta inflamatoria citotóxica y controlada por el sistema Th1/Th17 que actúa principalmente contra los microorganismos intracelulares.
Sistema regulador T: controla el equilibrio entre los sistemas Th1 y Th2.
Los microorganismos invasores y dañinos también se denominan "antígenos" (una combinación del nombre en inglés "Antibody Generator"). Un antígeno es una molécula que puede desencadenar una respuesta inmunitaria. El coronavirus SARS-CoV-2 es un antígeno nocivo contra el que debe producirse dicha respuesta inmune. El cuerpo necesita de diferentes mecanismos para protegerse de los microorganismos dañinos y, si fuese necesario, hacerlos inofensivos.
Para nuestra supervivencia es fundamental que el sistema inmunitario reaccione adecuadamente cuando un agente patógeno, como un virus o una bacteria, entra en el organismo. En el caso de un virus, nuestro sistema inmunitario inicia una respuesta a través del sistema Th1. Con la ayuda de los linfocitos T se crea una inflamación muy fuerte, de manera que las células que están infiltradas con el virus mueran. Para ello recurre a las citocinas proinflamatorias interleucinas (IL-2 e IL-12), que son sustancias mensajeras del sistema inmunitario. Hay muchas partes involucradas en una respuesta inmunitaria de este tipo. Es una cascada compleja de acontecimientos que, de manera ideal, conduce a la neutralización del agente patógeno y a la creación de una memoria inmunológica que nos permita estar mejor protegidos de cara al futuro.
Los patógenos pueden infiltrarse y replicarse de forma rápida, provocando de esta forma una fuerte respuesta inmune. Es extremadamente importante que esta reacción inmune logre derrotar al patógeno y que esta reacción también finalice (a tiempo). Una reacción inmune excesiva que no finalice a tiempo, puede causar muchos más daños. Sin embargo, la respuesta inmunitaria no siempre se ajusta a "lo establecido". Esto puede verse, por ejemplo, en pacientes con un caso grave de COVID-19. En este caso, en particular, la respuesta inmune inicial no parece ser la más adecuada. La enfermedad puede presentar un desarrollo rápidamente progresivo con hiperinflamación y una tormenta de citoquinas, lo que puede conducir a consecuencias más graves.
Cuando las defensas no están en condiciones óptimas, pueden mejorarse de manera preventiva mediante sustancias importantes para que los procesos inmunológicos se desarrollen de manera óptima. A continuación hacemos una lista para usted y le explicamos por qué creemos que estas sustancias pueden considerarse preventivas contra, entre otras cosas, las infecciones de las vías respiratorias altas.
La vitamina C es un nutriente importante para conseguir una respuesta inmune adecuada. Asimismo, es sabido que protege contra las infecciones virales e incluso es capaz de prevenirlas [1].
El cuerpo dispone de una reserva de vitamina C. La cantidad de vitamina C almacenada en los leucocitos es de 50 a 100 veces mayor que la concentración de vitamina C en el plasma. La provisión de vitamina C en los leucocitos se utiliza cuando hay una infección. Como resultado, la cantidad de vitamina C desciende rápidamente y con ella el poder antioxidante del organismo. Esto cambia el equilibrio entre la prooxidación y antioxidación, lo que puede hacer que el cuerpo se encuentre en un estado más oxidativo. Este estado oxidativo activa los procesos proinflamatorios [1].
De hecho, se encuentran niveles más bajos de vitamina C en personas con una infección viral que en personas sanas [2]. Tener y mantener un buen nivel de vitamina C parece ser importante para poder conseguir estar bien protegidos contra los virus.
La vitamina D también cumple una función importante en el funcionamiento del sistema inmunitario, ya que refuerza la inmunidad celular innata y estimula la diferenciación de monocitos en macrófagos. Además, la vitamina D puede cumplir una función como modulador en la respuesta inmunitaria innata. De este modo, la vitamina D puede contribuir a reducir la producción de citoquinas proinflamatorias [1].
La vitamina D se produce en la piel con una exposición (suficiente) a la luz solar. Mediante la conversión en el hígado y (posteriormente) en los riñones, la sustancia precursora de la vitamina D producida en la piel se convierte en la hormona activa 1,25-hidroxivitamina D (1,25(OH)2D). En gran parte de Europa, especialmente en otoño e invierno, no es posible producir la suficiente vitamina D.
Desde que se inició la pandemia de la COVID-19, la relación entre la vitamina D y la COVID-19 ha sido objeto de investigación. Estos estudios presentan un panorama desigual en cuanto a si el estado de la vitamina D es importante para contraer o no una infección por COVID-19. Sin embargo, un metaanálisis de 2021 concluye que un nivel bajo de vitamina D en suero se relaciona de forma significativa con un mayor riesgo de contraer COVID-19 y que un nivel adecuado de vitamina D podría reducirlo [3].
Dado que un nivel sérico de vitamina D entre 100 y 150 nmol/L reduce el riesgo de contraer una infección respiratoria alta (y posiblemente también la COVID-19) [4], sería conveniente tratar de alcanzar un nivel de vitamina D entre estos límites.
El mineral selenio es un nutriente importante para lograr una función inmunitaria adecuada. Un déficit de selenio puede provocar un deterioro de la función del sistema inmunitario y una mayor susceptibilidad a las infecciones víricas [6]. Por tanto, el selenio contribuye a reducir el riesgo de infección vírica y a mantener las defensas en buen estado [7]. Incluso hay investigadores que consideran plausible que el selenio afecte a la reacción de las personas al virus SARS-CoV-2. En particular, unos niveles de selenio en sangre bajos o subóptimos pueden ser un factor de riesgo [8].
Un suministro adecuado de selenio en el organismo no solo es necesario para activar una respuesta inmunitaria, sino también para regular un sistema inmunitario sobreactivado o una inflamación crónica [9]. Por otro lado, tanto el exceso como la falta de selenio pueden tener un efecto negativo en el sistema inmunitario. A pesar de ello, el efecto exacto de unos niveles de selenio superiores a los óptimos aún sigue sin estar lo bastante claro desde el punto de vista científico [6].
El zinc cumple una función importante, incluso esencial, en las infecciones virales. El zinc tiene propiedades antiinflamatorias y actúa como antioxidante. Por otra parte, también es importante para la maduración y diferenciación de las células T, para la producción de IL-2 e IFN-gamma y, además, para la estimulación de los macrófagos para producir IL-12. La IL-12 activa las células NK y las células T citotóxicas. El déficit de zinc conduce a un peor funcionamiento del sistema inmunitario y a una inmunodeficiencia [10]. Por tanto, es conveniente tratar de alcanzar un nivel adecuado de zinc a modo preventivo.
Al usar suplementos de zinc, es importante controlar que el valor sérico del zinc no sea demasiado alto. Tanto un nivel de zinc demasiado alto como demasiado bajo tiene un fuerte efecto negativo sobre el funcionamiento del sistema inmunitario [11]. En dosis muy altas de zinc, también existe el riesgo de toxicidad y una relativa falta de cobre.
La melatonina es considerada como la hormona del sueño por la mayoría de las personas. Sin embargo, la melatonina cumple diversas funciones en el organismo, y una de ellas es el funcionamiento del sistema inmunitario. Cuando el sistema inmunitario innato entra en una reacción exagerada e hiperinflamatoria, la melatonina es capaz de amortiguar esta reacción. Además, la melatonina estimula el funcionamiento del sistema inmunitario adquirido. El efecto beneficioso de la melatonina se ha podido observar en varios experimentos con animales en infecciones víricas potencialmente mortales [12], [13].
Aunque la melatonina también parece ser una medida útil en seres humanos. En un estudio observacional estadounidense de 26 779 participantes, 8.274 de los cuales habían sido diagnosticados con COVID-19 mediante pruebas de PCR, se descubrió que el uso de melatonina se relacionaba en gran manera con una reducción del 28 % en la probabilidad de obtener un resultado positivo en la prueba de PCR. Para los afroamericanos, este porcentaje es incluso del 52 % [14]. Se necesitan más estudios, sobre todo clínicos, para aclarar si la melatonina tiene realmente un efecto preventivo contra las infecciones víricas como la COVID-19. Sin embargo, dormir bien, posiblemente con el aporte de la melatonina, puede ser uno de los pilares fundamentales para conseguir unas mejores defensas frente a las infecciones.
Para mejorar las defensas debilitadas de sus pacientes, puede proporcionar al sistema inmunitario los nutrientes necesarios para responder a los patógenos invasores de forma adecuada. Al mejorar las defensas, se puede prevenir una infección e influir en la evolución de una determinada infección de forma positiva.
La presencia suficiente de ciertos nutrientes es importante en cada etapa de nuestro proceso inmunológico. Las sustancias importantes son la vitamina C, vitamina D, selenio, zinc y melatonina. Una dieta completa y dormir lo suficiente y bien son los primeros pasos en el camino hacia la mejora del sistema inmunitario. En caso de que sea necesario, se recomienda el uso de un suplemento de calidad.
Boretti, Alberto, en Bimal Krishna Banik. ‘Intravenous vitamin C for reduction of cytokines storm in acute respiratory distress syndrome’. Pharmanutrition 12 (juni 2020): 100190. https://doi.org/10.1016/j.phanu.2020.100190. Hagemann-Jensen, Michael, Franziska Uhlenbrock, Stephanie Kehlet, Lars Andresen, Charlotte Gabel-Jensen, Lars Ellgaard, Bente Gammelgaard, en Søren Skov. ‘The Selenium Metabolite Methylselenol Regulates the Expression of Ligands That Trigger Immune Activation through the Lymphocyte Receptor NKG2D’. Journal of Biological Chemistry 289, nr. 45 (11 juli 2014): 31576–90. https://doi.org/10.1074/jbc.M114.591537. Nesse, Randolph M. ‘Maladaptation and Natural Selection’. The Quarterly Review of Biology 80, nr. 1 (maart 2005): 62–70. https://doi.org/10.1086/431026. Pugach, Isaac Z., en Sofya Pugach. ‘Strong Correlation Between Prevalence of Severe Vitamin D Deficiency and Population Mortality Rate from COVID-19 in Europe’. MedRxiv, 1 juli 2020, 2020.06.24.20138644. https://doi.org/10.1101/2020.06.24.20138644. Rink, L., en P. Gabriel. ‘Zinc and the Immune System’. The Proceedings of the Nutrition Society 59, nr. 4 (november 2000): 541–52. https://doi.org/10.1017/s0029665100000781. Bounous, G., en J. Molson. ‘Competition for Glutathione Precursors between the Immune System and the Skeletal Muscle: Pathogenesis of Chronic Fatigue Syndrome’. Medical Hypotheses 53, nr. 4 (oktober 1999): 347–49. https://doi.org/10.1054/mehy.1998.0780.
Zhang, ‘Association between regional selenium status and reported outcome of COVID-19 cases in China | The American Journal of Clinical Nutrition | Oxford Academic’. Geraadpleegd 1 september 2020. https://academic.oup.com/ajcn/article/111/6/1297/5826147.