El ácido graso omega-3, que se encuentra de forma natural en productos del mar como las algas, el krill, el marisco y el pescado, cumple una función importante en la regulación de la inflamación que se produce tras una infección con patógenos. Cuanto mejor se regule la reacción inflamatoria, menor será la posibilidad de que la consiguiente infección se agrave. En este artículo contamos a qué se debe eso exactamente.
El ácido araquidónico (AA), un ácido graso poliinsaturado omega-6, el ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), ambos ácidos grasos poliinsaturados omega-3, son los precursores de una serie de lípidos que regulan las reacciones inflamatorias: los eicosanoides.
El AA es precursor de los eicosanoides proinflamatorios como el leucotrieno B4 (LTB4) y la prostaglandina E2 (PGE2) (ver imagen 1). El EPA y el DHA son precursores de los eicosanoides antiinflamatorios, de los cuales las lipoxinas son los más importantes. Juntos, forman parte del mecanismo de regulación por el cual la inflamación se mantiene bajo control. Este mecanismo también se conoce como "resoleómica", término que proviene de la palabra "resolver".
La resoleómica es el mecanismo evolutivo que se da en la recuperación de una inflamación después de, por ejemplo, una infección. Es un proceso natural autolimitador de la inflamación por el que la reacción inflamatoria se resuelve a tiempo y no se descontrola. Podemos dividir el proceso de resoleómica en tres fases (imagen 1):
Fase inicial: la producción de ecoisanoides proinflamatorios causa una reacción inflamatoria para volver inocuo el patógeno.
Fase resolutiva: se pasa de la producción del ecoisanoide proinflamatorio a la producción del antiinflamatorio, y así la inflamación disminuye.
Fase final: en la que los ecoisanoides antiinflamatorios se ocupan de que la inflamación desaparezca.
Mediante este proceso se previene que las células inmunitarias se mantengan activas demasiado tiempo y causen por ello daños adicionales innecesarios.
En el proceso natural de la resoleómica, todos los ácidos grasos insaturados cumplen una función. Los ácidos grasos omega-3 y omega-6 (EPA, DHA y AA) procedentes de nuestra alimentación se incorporan a nuestras membranas celulares y pueden liberarse de ellas durante una respuesta inflamatoria. Tras ello, llevan a cabo su función antiinflamatoria o proinflamatoria de forma localizada en el lugar de la infección.
La composición de este conjunto de ácidos grasos en las membranas celulares determina el grado de inflamación que se produce en el tejido. Si una membrana celular contiene principalmente o en su mayoría ácidos grasos omega-6, la inflamación será mayor que si la membrana contiene más ácidos grasos omega-3.
Una deficiencia de ácidos grasos omega-3 puede conllevar a que una infección no desaparezca a tiempo y quede latente o, incluso, fuera de control. Un desequilibrio entre omega-3 y omega-6 interrumpe el proceso natural de la resoleómica. Cuando el nivel de ácidos grasos omega-3 EPA y DHA es lo bastante alto respecto al de omega-6, el proceso de la resoleómica puede transcurrir correctamente, y la inflamación puede ser resuelta a tiempo.
La proporción de ácidos grasos omega-6 y omega-3 en la comida occidental es de 15-25:1, mientras que lo ideal sería una proporción de entre 5:1 y 1:1. Para restablecer la proporción, se debe aumentar la ingesta de omega-3 y reducir la de omega-6 de forma drástica.
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Conocimiento aplicado a la práctica
Cuanto mejor sea la proporción entre omega-3 y omega-6, mejor será el proceso antiinflamatorio natural y menor será la posibilidad de que una infección se descontrole o quede latente.
Teniendo en cuenta que los ácidos grasos omega-6 ya abundan en nuestra dieta occidental, y que el organismo dispone de recursos suficientes para generar una inflamación si fuera necesario, es muy importante que dispongamos de al menos una cantidad suficiente de ácidos grasos omega-3 para también poder acabar con ella.
Una ingesta óptima de ácidos grasos omega-3 se puede obtener mediante:
Comer una ración de pescado graso como sardinas, arenques o anchoas al menos dos veces por semana
Comer regularmente una porción de nueces sin tostar y sin sal.
Agregar algas marinas a su dieta
Suplementos de ácidos grasos de alta calidad con 250 a 500 mg de ácidos grasos omega-3 (EPA/DHA) al día
Para conocer las posibles contraindicaciones o interacciones con medicamentos, consulte nuestra monografía.
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