Desde principios de marzo, España, al igual que el resto del mundo, se ha visto afectada por el virus SARS-CoV-2 y la normalidad se ha transformado en la excepción. En un breve período de tiempo este virus ha transformado todas nuestras vidas. Riesgos para la salud, suspensión o transformación del trabajo, distanciamiento social obligatorio y una gran incertidumbre financiera.
Nunca antes habíamos estado tan expuestos a tal cantidad de factores estresantes simultáneamente. No es para nada sorprendente que padezcamos estrés. El estrés de corta duración no tiene por qué ser un problema, pero si se vuelve crónico, puede provocar daños a la salud. Afortunadamente, existen muchos métodos para lograr que sus pacientes se relajen.
Cuando hablamos de mecanismo de estrés, en realidad estamos hablando de dos sistemas que están estrechamente relacionados. Se trata del sistema endocrino (el sistema hormonal) y el sistema neurológico (el sistema nervioso), que al combinarse forman el sistema neuro-endocrinológico. El objetivo de este mecanismo es regular el equilibrio dinámico de nuestro cuerpo, denominado homeostasis. Se considera que hay salud cuando el cuerpo puede volver a la homeostasis después de una alteración de este equilibrio, sin importar cuál fue la causa de esta alteración. Una alteración de los procesos de nuestro cuerpo no es un problema si se remedia a tiempo. Los estresores no desequilibran en forma crónica estos procesos. De hecho, las interrupciones graves a corto plazo aseguran que nuestros sistemas corporales permanezcan flexibles sin perder su capacidad de adaptación a condiciones cambiantes.
En cada ocasión que el cuerpo sale del estado de homeostasis, se activa el mecanismo de estrés. Se envían mensajes a los diferentes sistemas del cuerpo que controlan los procesos internos para restaurar el equilibrio alterado y volver a la homeostasis. Los mensajes neurológicos (neurotransmisores) se envían a través de las vías nerviosas, mientras que los mensajes endocrinos (hormonas) llegan a través de la sangre y el líquido cerebral. Ambos recorren dos caminos diferentes, pero con un mismo objetivo. El mecanismo de estrés se activa cuando el cerebro recibe información que lo obliga a reaccionar. Podemos ver cómo esta información se origina dentro del cuerpo, por ejemplo, al detectar una nueva bacteria o un virus. Tanto las emociones como los pensamientos también pueden provocar reacciones de estrés. En estos tiempos de riesgo de contagio con el nuevo coronavirus y su enfermedad asociada, la COVID19, no sólo provocan la angustia propia de un virus desconocido y aterrador, sino que también generan un vendaval de emociones y especulaciones, así como un alto grado de incertidumbre social y financiera, factores que influyen considerablemente en el mecanismo de estrés. Si no nos recuperamos de esta situación rápidamente, la influencia de estos estresores puede volverse crónica, lo que provocará la activación a largo plazo de dicho mecanismo.
Cuando se detecta un "peligro", el sistema nervioso simpático inicia la primera fase de la respuesta ante el estrés, que es liberar adrenalina para producir energía. Esta energía será necesaria para las siguientes acciones: luchar o huir. La presión arterial y la frecuencia cardíaca aumentan, y se abren las barreras de las uniones estrechas entre células, normalmente cerradas. De esta manera, las barreras retienen menos glucosa, sodio y agua, y dejan pasar estos elementos para satisfacer las necesidades de energía del cuerpo.
La adrenalina a su vez activa la producción de cortisol en el eje HHA (hipotálamo-pituitaria-adrenal). Las glándulas suprarrenales son las encargadas de producir y liberar una mayor cantidad de cortisol. A continuación, el cortisol reemplaza a la adrenalina y proporciona al cuerpo la energía necesaria durante el período de estrés. En tanto continúe la reacción de estrés, la producción de cortisol será particularmente alta. Se trata de satisfacer una mayor demanda de energía de forma que el cuerpo se encuentre siempre preparado para reaccionar, por lo que las barreras se hacen más permeables para permitir el paso de glucosa, sodio y agua. Sin embargo, esta respuesta fisiológica a las mayores demandas de energía se puede convertir en un factor de riesgo para la salud en un plazo alargado. El estrés crónico aumenta las posibilidades de contagiarse con bacterias o virus. No sólo los intestinos aumentan su nivel de permeabilidad, sino también la boca y los pulmones. La preocupación sobre el nuevo coronavirus y la incertidumbre sobre la situación en la que nos encontramos pueden provocar una mayor susceptibilidad al virus.
Mientras que el sistema nervioso simpático tiene un rol activo en la respuesta al estrés, el sistema nervioso parasimpático tiene un efecto inhibidor. La acetilcolina y el GABA son neurotransmisores que pueden desempeñar un papel tranquilizador en la reacción de estrés. La acetilcolina genera un estado de reposo en el cuerpo. Este neurotransmisor se encarga, entre otras cosas, de la transferencia de estímulos desde los nervios motores hacia los músculos esqueléticos. El GABA inhibe la actividad neuronal en el cerebro, lo que hace que la cabeza se tranquilice. Ambos neurotransmisores poseen propiedades sedantes. Debemos considerar que en cuestiones fisiológicas el sistema parasimpático suprime activamente al simpático. Cuando se detecta un principio de estrés, la inhibición desaparece y se activa el sistema simpático. Al desaparecer el estresor, el sistema parasimpático vuelve a tomar el control. En una situación de estrés crónico es común que el sistema parasimpático no pueda volver a tomar el control, por lo que el sistema simpático permanece activo. Es importante calmar el sistema de estrés estimulando apropiadamente el sistema parasimpático.
Existe una variedad de intervenciones adecuadas que usted puede aconsejar a su cliente para reducir el estrés. A continuación detallamos las más importantes:
Aceptación: obviamente, eliminar el factor de estrés es el método más efectivo. Pero la amenaza latente del COVID19 no es un factor de estrés fácil de eliminar. En este caso se recomienda aceptar la situación y analizar qué intervenciones adicionales se pueden implementar para disminuir el nivel de estrés.
Contacto humano: abrazos en familia. El contacto humano, especialmente el contacto cuerpo a cuerpo y a través de la mirada, estimula la producción de oxitocina, un neurotransmisor que disminuye considerablemente el estrés.
Contacto social: la interacción social es indispensable para aliviar el corazón. Hablar de las experiencias vividas ayuda a generar espacio en el cerebro y tranquilidad en la mente. Intente olvidar las situaciones angustiantes o traumáticas.
Meditación: es uno de los métodos más estudiados y está comprobado que es capaz de aliviar el sistema de estrés. Veinte minutos diarios de meditación son la forma ideal de relajar el cuerpo y la mente. Existe una gran cantidad de meditaciones guiadas online en todo tipo de plataformas.
Plantas adaptógenas: el sistema de estrés también se puede calmar con plantas adaptógenas. Las plantas adaptógenas contienen sustancias naturales que aumentan el nivel de resistencia durante situaciones de estrés. Ayudan a mejorar tanto el rendimiento físico como el mental, y contribuyen a la homeostasis del cuerpo. También influyen en los procesos de envejecimiento y en las enfermedades, debido a los efectos que producen en el estrés crónico. Las plantas adaptógenas más conocidas para alcanzar estos resultados son:
• Eleuterococcus senticosus (ginseng siberiano)
• Schisandra chinensis
• Withania somnifera (ashwagandha)
• Panax ginseng (ginseng chino)
• Panax quinquefolius (ginseng americano)
• Rhodiola rosea (rodiola)
• Ginkgo biloba
Colina: Otra forma de fortalecer al sistema nervioso parasimpático es aumentando la ingesta de colina. La cantidad recomendada de colina es de 400-1200 mg por día. La colina es un componente básico de la acetilcolina y se encuentra en los siguientes alimentos:
•almendras
•brócoli (32 mg / 100 gr), col de Bruselas, coliflor (25 mg / 100gr)
•salmón, gamba, bacalao (292 mg / 100 gr)
•ternera, pollo, hígado
•huevo (1 huevo duro: 113 mg)
•champiñones
GABA: la optimización del neurotransmisor GABA fortalece el sistema parasimpático y también produce un efecto relajante. Conozca más sobre el GABA en los siguientes artículos:
•¿Cómo se calma el eje HHA? El GABA explicado
•El mecanismo de funcionamiento del GABA
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