Un estudio reciente realizado entre 151 mujeres embarazadas revela que el estrés de la madre se filtra en el temperamento y futuro comportamiento del bebé. Lo sorprendente, sin embargo, es que esto no siempre es perjudicial para el niño. Pero lo que sí es necesario es ofrecerle un entorno de desarrollo óptimo.
Varios estudios recientes durante el segundo trimestre del embarazo indican asociaciones entre el estrés de la madre y el desarrollo del sistema nervioso del feto. Cuando durante el desarrollo perinatal se expone a embrión, feto y recién nacido a factores ambientales desfavorables como el estrés materno, estos se adaptan a él. Estas adaptaciones pueden dar lugar a cambios permanentes en la estructura y el funcionamiento de los sistemas fisiológicos de los recién nacidos, como por ejemplo, el sistema nervioso central y autónomo.
Un estudio norteamericano investigó la influencia que tiene sobre el temperamento el estrés de la madre antes y justo después del nacimiento, la reactividad y la regulación del sistema nervioso autónomo del recién nacido. Este sistema es importante, entre otros, para la regulación del estrés, el comportamiento y las emociones. Para ello se midieron y compararon los niveles de estrés de 151 mujeres embarazadas con ingresos bajos y medios. En el estudio se trataba principalmente de acontecimientos vitales estresantes, como enfermedad, problemas de pareja, de vivienda o cuestiones jurídicas que se habían presentado durante el embarazo.
Los investigadores siguieron a las futuras madres durante el parto y justo después, y estudiaron el impacto de los niveles de estrés materno registrados sobre sus criaturas de seis meses. Durante la prueba se midió, entre otros, el ritmo cardiaco de los bebés mientras las madres los miraban de forma bastante pasiva, a petición de los investigadores. Tras una sesión de juegos previa, se pidió a las madres que durante dos minutos no hablaran a sus bebés y dejaran de tocarles.
Los bebés de 22 de las 67 madres con el mayor número de acontecimientos estresantes resultaron ser un 22% más "reactivos" que los otros bebés de las madres que comunicaron el menor número de acontecimientos estresantes. Además, se vio que estos bebés se recuperaban con menos rapidez del estresor y presentaban menor resiliencia.
Hace ya años que varios estudios pusieron en relación una mayor reactividad, medida por el ritmo cardiaco y la respiración, por ejemplo, con una debilidad del componente parasimpático del sistema nervioso autónomo. Este sistema influye en los órganos de tal forma que el organismo pueda llegar a un estado de descanso y recuperación reduciendo el ritmo del corazón y estimulando la digestión. Muchos psicólogos del desarrollo opinan que cuando los hijos con alta reactividad crecen en circunstancias estresantes tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud y conducta. No son inhabituales los problemas dentro del entorno familiar y en la escuela. Además, en estos niños se dan más depresiones y sentimientos de ansiedad.
Sorprendentemente, los niños con un temperamento altamente reactivo que crecen en un entorno óptimo parecen desarrollar, por el contrario, capacidades sociales mucho mejores.
A pesar de su temperamento reactivo y la mayor reactividad al estrés que este conlleva, en un entorno óptimo con pocas adversidades los niños pueden desarrollar mejores competencias sociales porque su reacción al estrés no se ve sobrecargada. Además, una alta reactividad puede aumentar la sensibilidad a las ventajas de las relaciones y experiencias positivas procedentes del entorno, según la investigadora Nicole Bush, especializada en psiquiatría y medicina del desarrollo, asociada a la Universidad de California en San Francisco (UCSF).
Si los niños reaccionan o no con emociones positivas y en qué medida lo hacen es algo que se refleja en el factor "surgencia". En él caben también otras características como la disposición a acercarse al mundo exterior y hallar ocupación en él, así como la risa y la sonrisa. Se vio que los bebés de las madres con altos niveles de estrés puntuaban más bajo en este factor que los de las madres que habían experimentado menos estrés durante el parto y justo después. Una "surgencia" baja en combinación con una peor autorregulación aumenta el riesgo de desarrollar depresiones, ansiedad y dificultades en el trato social. Por consiguiente, ante un niño altamente reactivo se recomienda cuidar de que el entorno tenga un nivel de estímulos óptimo.
https://medicalxpress.com/news/2017-11-stress-pregnancy-linked-infant-nervous.html
Nicole R. Bush et al. Effects of pre- and postnatal maternal stress on infant temperament and autonomic nervous system reactivity and regulation in a diverse, low-income population, Development and Psychopathology (2017).